Jorge González en Valparaíso
Miércoles 2 de julio del 2008 en el CNCA.

Se agradece que Jorge González no sea para nada un tipo pegado en la fórmula que lo convirtió en la leyenda que es hoy, en el año veinticuatro de lo que va corrido de su música.

Aunque claro, el comienzo de su show a pura voz y guitarra de esta noche 2 de julio del 2008 (una de sus últimas paradas antes de terminar la gira por todo el país) nos remite a sus grandes éxitos con el trío de San Miguel y a la media hora de transcurrido el concierto uno siente la necesidad de agradecer tamañas composiciones pero existe la firme convicción también de mandarse a cambiar en cualquier momento. Pero uno se queda por cariño, por respeto y porque entiende ya que su catálogo está formado por obras que serán pedidas por generación tras generación, algo que incluso debe ya estar fuera del alcance de él. No debo ser injusto con Jorge González, no debo ser injusto con su música que me encanta, no debo…

Convengamos además que no es el mejor guitarrista y que a pesar de eso se atreve con horribles punteos; no es para nada el mejor vocalista en la historia de la música nacional y sin embargo se lanza con un tema a capela; convengamos en que se la pasa este show contando los chistes más repetidos y fomes de la historia de los chistes (tanto así que uno puede sólo entenderlo desde la ironía); pero la gente igual se rie, lo celebra y se vuelve loca ante cualquier movimiento y no es para menos, estamos ante un tipo que ha compuesto muchas de las mejores y más difundidas piezas de nuestra música, incluso muchas de sus líricas debieran sin ningún problema antologarse, con el horror de los literatosos !, entre la mejor poesía escrita durante los años ´80.

Algo que por supuesto le da licencia para hacer cuanto se le ocurra arriba del escenario, y está muy bien en el fondo porque González será una máquina de contradicciones y exageraciones, pero ni la hipocresía ni la complacencia son lo suyo y eso es algo que se agradece enormemente y se nota en cada uno de sus experimentos musicales.



Jorge González fue muerto por los medios de comunicación tradicionales chilenos hace hace más de cinco años pero hoy se le ve de lo más bien y es una prueba más de su vigencia y su importancia, que no sólo fue el líder de una exitosa banda nacional sino que además el compositor de discos que el tiempo ajustició finalmente, fue “Corazones” el álbum más vendido de Los Prisioneros y “Gonzalo Martínez y sus congas pensantes”, se convirtió en una joya de culto en la actualidad, por nombrar dos resistidos y criticados ejemplos.

Un tipo honesto y atrevido que se pone a la altura de los tiempos e incluso anticipadamente grabando a pura máquina el hit “Muevan las industrias” en 1986, o en 1997 las primeras cumbias electrónicas del país y quizás del mundo. Un compositor a quien un temperamento visceral y los constantes ataque de la prensa lo transformaron de ídolo en un músico incomprendido y hasta en loco, un demonio. El mismo se ha encargado de dejar en claro que poco le importa todo aquello, ha bajado la guardia y se ha desatendido de responder cada uno de los ataques para concentrarse en su música y un tiempo que reconoce como favorable, por otra parte, cree que “ya no es cool cagarse a Jorge González”

Y es que a estas alturas no se hace problemas en proclamar que la música de Los Prisioneros no fue hecha con tantas intenciones políticas y sociales, sino como piezas pop para disfrutar de preferencia en el baile y la caza de chicas; por eso ha declarado que le daban envidia los Soda Stereo porque tenían una producción de lujo y terminaban sus shows con mujeres y fiesta alrededor; por eso confiesa sin asco ( y con un mohicano punkie en la cabeza) su admiración por Gilbert O´Sullivan y Germain de la Fuente y que se inspiró en éste último para componer su primer disco solista en 1993; por eso declara que la gente que habla del rock es gente tetona y por eso además esta noche no tiene atados ( y se le agradece también ) en mezclar rock con electrónica y hip-hop.



Específicamente, y además del repertorio clásico de Los Prisioneros, versiones de Florcita Motuda (Pobrecito mortal), Victor Jara (Te recuerdo Amanda) y Albert Hammond (Necesito poder respirar); tres interpretaciones sobre pistas electrónicas (Cuéntame una historia original, Hombre y un poderosísimo dueto con Saturno, el ex Tiro de Gracia), para finalizar con un set totalmente acústico de canciones, clásicas algunas y otras de periodos más recientes, y que el público más melómano no tardó en reconocer y cantar. (Es demasiado triste, Que no destrocen tu vida, Más palabras, El baile de los que sobran y en el bis, Concepción y San Miguel)

Lo anterior es la prueba de un músico que, claramente sin el impacto de los ´80, por muchos años ha intentado reinventarse con todos los costos que eso le ha significado. Y ese sólo detalle hace de su obra algo totalmente respetable, como hoy, en que no creo que haya asistido al mejor concierto de mi vida pero sí a uno que se fue poniendo cada vez más y más interesante, pasé del bostezo al baile, y creo que ese sigue siendo el fin último de su gran música.

Es Jorge González, el compositor nacional más influyente de los últimos 25 años, tanto que sin su presencia difícilmente la música chilena se habría atrevido a sacar la cabeza en plena dictadura y no hubiera respirado, y no hubiera gritado libertad, ni independencia cultural, ni que no necesitábamos banderas, ni que todo el mundo quería dinero, ni que movieran las industrias, y no existiría una voz de los ochenta ni tampoco un baile de los que sobran ni tantas otras cosas más. Jorge González se va como llegó, la sonrisa pegada en la cara y una ovación y un aplauso que duraron las casi dos horas de concierto.

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