Viernes 15 de Febrero del 2008
Bar La Cantera. Valparaíso
Algo que caracteriza las presentaciones de Chinoy son las miradas de la gente clavadas en él. Mientras todo esto ocurre él quizás ni se entera. Sube al escenario, saluda, cierra los ojos y canta; como hoy y como siempre, con una guitarra a mil kilómetros por hora y contundentes composiciones.

Cuando abre los ojos, Chinoy ve el mundo que retrata en sus pinturas y sus más de cien canciones, conocidas muchas por el público, sencillamente clásicos. Hay quienes cantan las letras con él y otros que piden sus preferidas, aparecen de todas las épocas: “Carne de Gallina”, “Cantar”, “Corazón”, “Valpolohizo”, “La 30 York”, “De barro” y también dos de las más nuevas: la tremenda “Plata pa pan” y “Para el final”. Chinoy en menos de un año inaugurando algo así como una TrovaPunk y confirmándola, juntando acertadamente la rabia de sus rasgueos con la dulzura de la melódica de Carlitos, en todo momento a la altura de su voz y a la velocidad de su guitarra, las cosas van de lo mejor esta noche en la Cantera.

En pleno proceso de grabación de su primer álbum, Chinoy no deja de ser un número para disfrutar en vivo, como si el ruido del ambiente fuera un acorde más, como si aquella fuese la última vez con una guitarra en sus manos y entonces la necesidad siempre de crear y de dejar algo nuevo. Si no fuera verdad el mito de sus cien canciones no hay de que preocuparse, sólo versionando la nueve canciones que ha tocado esta noche la cifra podría ser superior. “No sé arreglar un tema en el estudio, me cuesta imaginarlos con un arreglo definitivo” comentó hace poco en una entrevista. 

Nunca una canción volverá a ser igual, Chinoy dedicado a crear y recrear su obra en dondequiera que lo inviten, dondequiera que lo pillen las ganas, en alguna sala de Santiago, sentado en una escala de Valparaíso o en el bar La Cantera, como hoy, donde al parecer el tiempo se detuvo una vez más al paso de su música y queda sólo la imagen de un chico con los ojos cerrados y casi cien miradas puestas sobre él. 

Para el final, a la gente le parece muy corta la presentación, por supuesto los gritos y las rechiflas. A Chinoy no le queda otra, vuelve, toma la guitarra y un clásico más:“No empañemos el agua” suena tan urgente y fuerte como siempre. Pero la gente pide más y a esa altura pocos recuerdan que el show lo continúa el legendario Mauricio Redolés. Chinoy está exhausto y sudando a un costado del escenario, decide no volver, podría estar volviendo toda la noche y el espectáculo debe continuar; entonces muchos se retiran del lugar y comienzan a responder como con libreto la pregunta ¿No se quedan a lo de Redolés? - , “no, yo vine a escuchar a Chinoy”.

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