Algo que caracteriza las presentaciones de Chinoy son las miradas de la gente clavadas en él. Mientras todo esto ocurre él quizás ni se entera. Sube al escenario, saluda, cierra los ojos y canta; como hoy y como siempre, con una guitarra a mil kilómetros por hora y contundentes composiciones.
Nunca una canción volverá a ser igual, Chinoy dedicado a crear y recrear su obra en dondequiera que lo inviten, dondequiera que lo pillen las ganas, en alguna sala de Santiago, sentado en una escala de Valparaíso o en el bar La Cantera , como hoy, donde al parecer el tiempo se detuvo una vez más al paso de su música y queda sólo la imagen de un chico con los ojos cerrados y casi cien miradas puestas sobre él.
Para el final, a la gente le parece muy corta la presentación, por supuesto los gritos y las rechiflas. A Chinoy no le queda otra, vuelve, toma la guitarra y un clásico más:“No empañemos el agua” suena tan urgente y fuerte como siempre. Pero la gente pide más y a esa altura pocos recuerdan que el show lo continúa el legendario Mauricio Redolés. Chinoy está exhausto y sudando a un costado del escenario, decide no volver, podría estar volviendo toda la noche y el espectáculo debe continuar; entonces muchos se retiran del lugar y comienzan a responder como con libreto la pregunta ¿No se quedan a lo de Redolés? - , “no, yo vine a escuchar a Chinoy”.