Ya es oficial así que no queda más que presentarla, tenemos nueva integrante en la familia, y como buen matriarcado que es esto, es UNA más, se llama Olivia, una tierna menina que no llega a los dos meses de edad y que algún bruto sin perdón dejó tirada dentro de una caja en la calle camino a nuestra casa. Los ojos y el corazón de la Marita la tomaron y trajeron. No podía ni abrir los ojos, algo viscoso se lo impedía, se veía golpeada por el abandono. Bueno, la cosa es que ya está con nosotros hace algunas semanas mientras le buscábamos un hogar pero la condenada nos tiró a convencer de que no sería mala idea reclamar su cojincito y echar huesos de manera indefinida por aquí. Partiendo entonces a comprar arenas y comidas y nuevos juguetes, a ver irremediablemente como se romperán cosas por sus garras y por sus increíbles juegos por los sectores más inauditos de la casa; la Olivia es pequeñita de cuerpo y edad, pero no de energía. La cosa se vendrá divertida ahora con Chico Buarque de Chile, el perro más regalón que existe en la tierra y con quien ya se trenza en tensas miradas y disputas por territorio, cariños y comida. Después de todo es una extraña invadiendo un espacio que hasta ahora estaba reservado y habitado sólo por un ejemplar tan guardián y celoso como él. Pero es gata, hembra felina, así es que mi muchacho la va a tener dura, se comen la comida mutuamente, se tiran los guapos cuando están cerca de nosotros y no comparten mucho el mismo espacio, tampoco se prestan sus respectivos juguetes. Hasta ahora es una guerra fría sin víctimas, al menos esto no es un campo de batalla y esporádicamente se han visto luces de algún tipo de complicidad que no nos deja de sorprender. Creo (quiero) que en definitiva podrían llegar a ser grandes amigos. La vida se sigue viniendo buena. Bienvenida a casa, Olivia
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