El caso me recuerda lo ocurrido con Daddy Yankee en agosto del 2014. José Antonio Molina, director de la Orquesta Sinfónica Nacional de República Dominicana, acusó que la “música urbana” estaba escrita de tal forma que “incentiva la violencia con su veneno. Como compositor de Reggaetón, fue emplazado el puertoriqueño y declaró “Si analizamos bien, todo tipo de música tiene algo bueno que ofrecer. De todos los sectores sale buena música. Basado en su argumento, entonces, yo podría decir que la música más peligrosa es la música clásica, porque era la música preferida de Hitler y Stalin y ellos eliminaron millones de personas”. La prensa resumió la frase con el lapidario “la música clásica es mala porque le gustaba a Hitler” y el cantante se ganó un odio instantáneo y masivo a nivel de redes sociales.

La descontextualización (con intención o no, muchos odian a los músicos de Reggaetón simplemente por tocar esa música) hacia el músico, el peso de las redes sociales y el poder de la ignorancia es exactamente lo que ha ocurrido con los dichos de Fernando Villegas a Carmen Gloria Quintana en el último Tolerancia Cero. Villegas, un personaje con el que no es difícil estar en desacuerdo, simplemente cuenta hoy con mi respaldo porque creo que se le sacó de contexto de una forma imperdonable. Es como si después de leer esta columna, alguien saliera diciendo que soy un seguidor incondicional del pensamiento del panelista, cuando la verdad es que nos distancian muchas ideas.

Revisando una y otra vez la entrevista, es fácil advertir que el sociólogo en todo momento transmite su impresión de cómo los militares y los tribunales actúan y han actuado en materia de derechos humanos desde el fin de la Dictadura, con indolencia y cuando no, con una falta de ética impresentable. En ese contexto y no en otro es que “pasó la vieja”. Nunca Villegas le dice que aquello está bien y que se deje de quejar porque no corresponde y no es sano para la democracia el pedir justicia.

Por el contrario, el panelista formula fuertes críticas a los poderes judiciales y ejecutivos e incluso llega a pedir que se entienda su pesimismo, y ese pesimismo (casi una marca registrada ya de su pensamiento, “realismo” lo llamaría él) es tal vez lo único que se le puede criticar en esta vuelta. 

Que las redes sociales hagan eco de esta injusticia contra sus palabras puede ser comprensible, el anonimato, la instantaneidad y la rapidez con que se divulgan sus contenidos atentan generalmente contra la rigurosidad y la mesura. Pero que medios respetados desde el ámbito progresista también lo hayan hecho es algo mucho más desafortunado aún.

Nombres de la comunicación y la cultura como Nicolás Copano, Jorge Baradit, Mauricio Jürgensen, Marta Lagos, Alvaro Bisama, Sebastián Esnaola, René Naranjo, Pablo Paredes, entre otros, también pecaron de falta de comprensión y desplegaron (algunos) su rabia contra el sociólogo (crítica es decir poco). Quiero pensar que algunos no vieron el video.

Ni hablar el pataleo de la librería “Qué Leo”, que en menos de un día sacó y volvió a poner a la venta los libros del sociólogo. Incluso habían prometido devolver los ejemplares a la editorial, cosa que al parecer nunca estuvo en los planes. Qué habrán querido hacer con ello? Maniobra de marketing? Oportunismo? Populismo? No lo sé, pero de seguro un absurdo arranque de histeria, dado cómo terminó la historia, no se protesta con algo tan serio sólo por 24 horas.   

La iracunda arremetida contra Villegas finalmente también le da la razón, porque una de sus 2 ideas centrales expuestas en el programa (la otra fue el famoso “pasó la vieja”) habla de la virulencia que se habría impuesto por sobre la idea de reconciliación.

La idea de la violencia, de cómo se genera y de cómo se devuelve, da para otro y muchos artículos más. El mismo es un francotirador habitual y de hecho aporta lo suyo cuando se refirió peyorativamente a "Qué Leo" como librería de barrio.

Por ahora pongo el foco en esta desafortunada actuación de los medios y las redes sociales, donde dos de sus principales y alabadas funciones (vigilar la democracia y democratizar el acceso a la puesta en circulación de los diferentes discursos que configuran el tejido social) fueron derrotadas por la mala educación (una pobre comprensión lectora), la falta de debate, la ira, la histeria y el devastador peso de la ignorancia, todo aquello que encuentra a veces en las nuevas tecnologías de la información, un eficiente vehículo para su peligrosa reproducción.
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