La señora a la derecha me dio a luz, el señor a la izquierda puso la corriente; mi madre y mi padre, par de gigantes !

Cuando era un niño en Arica y caminaba por la calle de la mano de mi padre, me llamó siempre la atención que todo el mundo lo saludaba, la gente a su lado, o de una esquina a otra, un “Hola Chamaquito” o el “Wena negro” eran lo habitual hasta volver a la casa. Era para la risa, pero no lo entendía. Tampoco entendía cuando viajábamos a Iquique (su ciudad de origen) y el asunto se repetía una y otra vez; con el tiempo, la cosa se fue aclarando. La vida es la mejor escuela y también una tía que me dijo que en su familia uno podía hablar mal de cualquier persona pero menos de “su hermanito”, se refería obviamente a mi padre.

Fui creciendo y al mismo tiempo siendo testigo de la cantidad de gente a la que mi padre desde muy joven ayudaba o hacía feliz. Dentro y fuera de la familia, y también dentro y fuera de una casa con sus puertas siempre abiertas. Comprendí entonces que su mejor virtud era también su peor defecto, una generosidad y bondad sin límites que muy pocas veces le ha dejado tiempo para pensar en él, sin embargo no es aquel rasgo sobresaliente lo que más me ha marcado como hijo.

Mi padre, un hombre de palabras que suelen ser precisas y concretas, ha prescindido igualmente de ellas muchas veces para enseñarme. Se dedicó en cambio (se ha dedicado) y acaso sin saberlo, toda la vida a darme ejemplos sin decírmelo, porque la palabra enseña, pero el ejemplo arrastra. Hoy cumple años uno de los seres humanos más integrales que he conocido jamás, nunca leyó el Tao Te Ching ni tiene cresta idea de que eso existe, pero pudo haberlo escrito una y otra vez. 

Cumple todos los años que quieras Chamaquito, te mereces cada uno de ellos, en esta vida y otra. Y también te mereces todo y cada uno de los saludos, los abrazos y las palmadas que desde niño veo (ya sin sorpresa) que te llegan, porque finalmente un día crecí y soy yo mismo ahora uno de ellos, de los que desde siempre sienten el impulso y sonríen cada vez que te ven, porque finalmente lo entendí todo: eres simplemente un ser humano excepcional, el único súper héroe de mi infancia en el que aún sigo creyendo. Felicidades y abrazos por siempre viejo hermoso e irrepetible. Te amo.
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