Hay cosas que ocurren sin que uno se las pueda explicar muy bien pero suceden y lo peor es cuando uno está en el medio, por ejemplo hoy que en la habitual sección Mi Discoteca aparecen de sopetón tres discos reseñados. 

Sin embargo el inconciente se alinea con la razón (o es más bien es al revés) y rápidamente podemos contar (entender) que comparten el ser no sólo tres discos de jazz, si no además tres momentos sin igual en la historia del género: Bill Evans, reinventando el trio; Charles Mingus abriendo los límites de la composición y por último, el siempre visionario Miles Davis, dándole una buena patada en el culo a más de 70 años de tradición y enviando al jazz  (y su propia música por delante) allá muy lejos, hacia un futuro que sólo él en ese momento era capaz de intuir.
Bill Evans “Waltz fo Debby” (1961)

Debby era el nombre de la sobrina regalona del genial pianista y compositor de Nueva Jersey, y “Waltz for Debby”, una canción compuesta para ella mientras cumplía su servicio militar a principios de los ´50. Finalmente fue en 1961 el nombre de un disco que revolucionó el Jazz. Sin embargo, dos años antes de presentar al mundo esta obra maestra, Evans ya había entrado en la historia al ser parte fundamental en la concepción del más importante álbum de jazz de todos los tiempos, “A kind of Blue” de Miles Davis. Sus aportaciones fueron tales que no sólo direccionó a la banda hacia la improvisación Modal que marcaría una de las revoluciones musicales más influyentes del siglo XX, sino que además fue escogido por el trompetista para abrir su disco con uns inolvidable intro, de hecho fue Evans uno de los pocos músicos blancos frente a los cuales el exigente y soberbio Davis se quedaba callado escuchando. 

No contento con eso, abandonó la cumbre en la que estaba (leáse: dejó la banda) y se largó a revolucionar el jazz por cuenta propia. “Waltz for Debby”, fue grabado en vivo el 26 de junio de 1961 durante la última de una serie de presentaciones de su grupo en el mítico Village Vanguard de Nueva York; y además de resumir toda la escuela del personalísimo sonido de Evans (desde el delicado lirismo que explayaba a través de su portentosa técnica, hasta sus experimentos armónicos bajo la fusión del bop con la música clásica, en especial la de los impresionistas franceses) marcó el nacimiento del más moderno formato del jazz trio, ese donde la base rítmica (conformada por Paul Motian a la batería y el enorme Scott LaFaro al bajo) comenzaba a dialogar de igual a igual con el piano. Los contrapuntos entre los tres instrumentos son fundacionales y la audacia tanto de Motian como de La Faro son agradecidas hasta el día de hoy desde todos los sectores del género, llegando a alturas inconmesurables como en “My Romance” o “Milestones”. 

Nunca hubo hasta entonces un trío igual y nunca más lo volvió a haber tampoco, porque tan sólo diez días después de esta grabación, Scott LaFaro, el bajista más talentoso e importante de su generación, muere trágicamente en un accidente de auto al dirigirse hacia un ensayo, tenía apenas 22 años. Tras su muerte el grupo se disuelve pero Bill Evans, que había incluso abandonado la música tras el duro golpe, afortunadamente volvería para continuar puliendo su escuela formando otros tríos, dando la vuelta al mundo y grabando un puñado de álbumes maravillosos, también con otros formatos, hasta su también prematura muerte, ocurrida en 1980 a los 50 años.

Descargue por aquí y tenga un whisky doble y un pañuelo a mano, porque algunas de estas notas van directo al corazón y la buena melancolía.


Charles Mingus
“The Black saint and the sinner lady” (1963)
Hay que partir señalando que si a Ellington se le atribuye la invención de lo que hoy conocemos por Jazz, a Charlie Parker el genio ilimitado, a John Coltrane el corazón de todo, a Miles Davis la visión infinita hacia lo que estaba por venir, entonces concordemos en que a Charles Mingus le correspondió llenar a esta música de carácter e imaginación, además de un inconformismo totalmente luminoso. Y es que Mingus, el inolvidable contrabajista, el inigualable compositor, el vanguardista director de orquestas o de grupos reducidos, incluso el virtuoso pianista (que llegó a grabar el piano para un disco de un tipo que siempre contrató a los mejores sidemen, el perfeccionista Miles Davis). Todo eso y más se encuentra en esta, una de sus obras más perfectas y aclamadas, la primera Danza para Ballet escrita para una BigBand de Jazz. 10 músicos rodean a Mingus en esta aventura: 2 trompetas, 1 trombón, 1 tuba, 3 saxos, 1 guitarra y la rítmica habitual de Jaki Byard en el piano y Dannie Richmond en la batería. 

Es esta su apuesta más sinfónica y también un verdadero compendio de todos los capítulos de su música; y si algunos creían qua ya a estas alturas estaba absolutamente desquiciado, el hombre respondió agregando un comentario de su sicólogo en el librito del disco. Siempre provocando o más bien defendiendo una propuesta artística muchas veces incomprendida y atacada, tanto como sus ideas sobre el racismo social y la explotación a la que eran sometidos los músicos negros, llego a tener fundar su propio sello discográfico. Un verdadero activista, de la vida y la música. Otro imprescindible del siglo XX. 

Amo y admiro la obra de muchos en el Jazz, pero por una u otra razón siempre vuelvo a este músico que en un momento dejó su carrera para volver a trabajar en su antiguo puesto en la oficina de correos, porque nunca buscó ni aplausos ni fama con su obra, sólo sacar afuera lo que tenía dentro. Menos mal que luego regresó; porque si Ellington es el swing, Charlie Parker el bebop, Coltrane el hard bop o el free, Miles Davis el cool o el jazz rock, Mingus siempre será sencillamente Mingus, un estilo en sí mismo, como casi nadie en el Jazz, una obra hecha a mano, con rigor, mucho sudor y la más grande cuota de talento e imaginación jamás vista sobre un estudio o escenario; con o sin públicoo, un personalísimo y perfecto camino abierto y que nunca ningún músico se ha sentido con el coraje de poder continuar con dignidad.

Si no conoce aún a Mingus, esta es su oportunidad y la del asombro. 


Miles Davis
“Bitches Brew” (1969)
 
La penúltima de las cinco revoluciones musicales de Miles Dewey Davis III. En pleno ascenso del Free Jazz, e inspirado profundamente por las andanzas de Jimy Hendrix, toma, al tiempo que crea, un camino paralelo electrificando a todo el mundo (léase a toda su banda), utilizando además dos bajos, dos teclados y dos baterías y sentando así las bases para lo que sería el Jazz Rock. Esto es lo que sucedió durante tres días de improvisaciones en agosto de 1969 entre Miles y sus jóvenes músicos quienes no se enteraron que eso era un disco hasta que lo vieron publicado un año después (gracias a un enorme trabajo de post producción junto a Teo Macero) convirtiéndose en el primer álbum de jazz que vendió más de 500 mi copias en un solo año. 

El trompetista de Illinois fue acusado por la crítica reaccionaria de venderse al mercado pero lo cierto es que el trabajo en sí no imitaba tendencia alguna oída hasta entonces, ni en el jazz, el rock o el pop; y tampoco contó con difusión radial debido a sus larguísimas canciones, algunas de ellas de más de 20 minutos; o sea, no había por donde considerarlo un álbum típicamente comercial. Y si Miles Davis perdió a algunos ortodoxos seguidores desde el jazz, los multiplicó hasta el infinito desde otras corrientes. Aquí están reunidos, otra vez, todos los talentos y las marcas registradas que hicieron de Davis el músico más influyente del Jazz desde la era Ellington; desde su tremenda maestría en la dirección musical, pasando por su extraordinaria visión artística y por supuesto su gran olfato al convocar a jóvenes músicos que posteriormente iban a dar vida a lo más granado de la evolución del movimiento, en este caso a extraordinarios y puntales experimentos de fusión desde comienzos de los ´70: Joe Zawinul, Wayne Shorter y Airto Moreira (Weather Report), John McLaughlin y Billy Cobham (Mahavishnu Orchestra), Chick Corea y Dave Holland (Circle), el mismo Chick Corea ahora con Lenny White (Return to Forever ) y Don Alias junto a Steve Grossman (Stone Alliance), por nombrar sólo algunos ejemplos. 

La paternidad de Miles sobre todo lo que se tocó después en el mundo del jazz es incuestionable y fue tal impacto de “Bitches Brew” que desde entonces comenzó a ser invitado a festivales de Rock e incluso él mismo, seguro y engreido como era, se jactaba en pleno auge del Progresivo y el Hard de tener a la mejor banda de rock del mundo !! Después de esta obra maestra no hubo marcha atrás para Miles Davis, lo arriesgó todo (incluso el respeto de críticos y fans) y jugó a ganador; pero nunca más volvió a hacer jazz tradicional; y no contento con este golazo se atrevió a una más metiendo a fusionar su trompeta con el Rap durante los ´80, trabajos que despertaron nuevamente feroces críticas, pero que sin duda cargan encima con su clásico sonido y su tremenda visión, arrojo y apertura, pero esa es otra historia, la que nos interesa ahora comienza y se deja escuchar por aqui .

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