Serán avistados algunos huasos, especie nacional en extinción.

Habrá que pelear en la tienda por un disfraz de china para la kermese de las niñas en la escuela.

Me ofrecerán la banderita en la espera del semáforo.

Correrá el rumor (o es cierto?), que es una falta legal no poner la bandera en las casas que tengan mástiles.


Los noticiarios alertarán sobre los peligros del hilo curado, Mega o Chilevisión le hará la pillada a algún fabricante clandestino.

Los matinales darán la receta para hacer la mejor chicha y empanada.

Se vestirán como unos imposibles huasos algunos rostros televisivos en sus respectivos programas.

Algún político de turno hará un papelón intentando bailar la cueca.

Sonarán como siempre los Quincheros en la Agricultura.

Sonará como siempre la Violeta en la Nuevo Mundo.

Como es una fiesta nacional, la muerte se hace presente.

Se matarán algunos a cuchillo, embriagados por alcohol y orgullo

Se matarán otros al volante, embriagados por alcohol, orgullo y velocidad.

Y luego de tres días o cuatro días, la congestión patriótica comienza a ceder, la fiebre nacionalista baja, como en el más común de los resfríos.

La Patria, ese pedazo de tierra y cosas nunca bien entendidas por las que me dicen, debería matar en una guerra.
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