Romario se ha vuelto (más) loco aún y ahora le dió por la política, mal no le fue , será uno de los 46 Diputados que tendrá el Estado de Rio de Janeiro; aunque yo quisiera recordarlo por sus otros triunfos, algo más o menos así

Si fuera entrenador de fútbol cualquier equipo mío comenzaría por Romario deSouza Faría (Rio de Janeiro,1966), que me perdonen Maradona, Pelé, Di Estéfano y tantos otros, pero “o baixinho infernal” fue el más grande goleador que he visto en vida; y el fútbol se sabe, “se gana con goles y las demás son weas” como siempre apunta sabiamente mi padre.

Tomen la mejor característica de cualquier delantero importante y Romario las reúne todas: olfato, viveza, pierna derecha, pierna izquierda, cabezazo (a pesar de su baja estatura), inteligencia, imaginación, habilidad, mucha técnica y velocidad insuperable para correr y pensar.

Las piernas más cortas eran también las más rápidas, acostumbrado desde niño a jugar en las playas de Brasil, se deslizaba como en cuatro ruedas por el pasto; cuando se fue a Europa, desafiaba a los grandes defensas a verdaderas carreras: Romario recibía veinte o treinta metros fuera del área, la echaba a correr varios metros hacia adelante y partían: uno, dos o tres defensas lo seguirían, por supuesto nunca nadie le alcanzó, el llegaba tranquilo hasta donde había enviado la bola y todavía se daba el tiempo de acomodarse antes de patearla suavecito y lejos, muy lejos siempre de los arqueros.

Aquí es importante tomar nota de la cara de los vencidos, el arquero que ni siquiera alcanza a adivinar y tirarse para algún lado cuando ya tiene que ir hacia el fondo del arco a buscar la pelota; o el defensa que vio inútil su carrera y que incluso se detiene cuando ya ve que está haciendo el ridículo siguiendo a un tipo que está dos o tres metros más adelante y listo para hacer un gol.

Romario marcó algunos de los mejores goles de la historia de este deporte: de cabeza, corriendo por toda la cancha, dejando atrás a la defensa entera, de globito al arquero, de globito a toda la defensa, de chilena, remates de fuera del área y algunos inventos inclasificables, verdaderas piezas de arte:

- en las eliminatorias para el Mundial del 94, jugando contra Uruguay, Romario enfrenta sólo al arquero tras un contragolpe, la tira hacia el lado derecho, él hace como que corre hacia la izquierda y sobre la marcha cambia de ritmo y de lado, el arquero no sabe para donde tirarse y cuando se decide ya ni con foul pudo agarrarlo, mientras Romario llegó nadie sabe cómo hasta el otro lado a empujar la pelota adentro. Toda una proeza física prácticamente imposible para el común de los mortales con huesos y caderas y ligamentos y meniscos, etc.

- por el Barcelona contra el Real Madrid en un clásico por la liga del 94, recibió de espalda al borde del área cargado hacia la izquierda, al frente le esperaba Rafael Alkorta y antes de que éste siquiera alcance a notarlo, ya el baixinho ha girado hacia adentro la cadera y la piernas y todo él y la bola allá, dos metros más adelante, casi en el área chica con el baixinho encima de ella; el defensa ni siquiera se molesta en correr y prefiere mirar como Romario marca tranquilamente ante la salida inútil de Paco Buyo.

- también por Barcelona, pase en profundidad por alto desde la mitad de la cancha, gana la línea del off side y a 30 a metros del arco, Romario está solo y recibe la pelota con el pecho, pero antes de que caiga al suelo la acaricia sin el mayor esfuerzo, casi displicente, de primera y por encima del arquero que se encontraba en plena carrera para salir a frenarlo y se revuelca por siaca por los aires; su estirada sólo servirá para la foto.

Todo lo que parecía increíble para una cancha de fútbol fue posible con sus pies. Nada le costaba. Sabía desde antes que la pelota ya salida desde sus pies iba a ir a parar adentro. La prueba más clara de esto era su actitud al convertir y celebrar, salía casi caminando, como si fuera un común entrenamiento. Solo una vez se le vió correr al celebrar un gol; fue en la final de la Copa América de 1989, cuando por primera vez se encontraban en esa instancia brasileros y uruguayos desde el Maracanzo de 1950. No era para menos, Romario anotó el gol del triunfo y corrió como un niño con la sonrisa en la cara hacia la hinchada para celebrar la venganza de la afrenta causada a su pueblo casi cuarenta años antes cuando el Maracanzo.

Así era el juego de Romario, el de un niño que nunca dejó la playa y la calle y siguió divirtiéndose por todo el mundo metiendo más goles que nadie y entre medio ganando copas locales, internacionales, europeas y mundiales. Eduardo Galeano cuenta que tiene una colección de Mercedes Benz y 250 pares de zapatos, “pero sus mejores amigos siguen siendo aquellos impresentables buscavidas que en la infancia le enseñaron el secreto del zarpazo”. Cuando fue Campeón del Mundo con Brasil el 94 en vez de volver a su club en Europa se fue a parrandear a Brasil.

Problemático Romario, adoraba las fiestas y las mujeres, a algunos no le gustaba, los entrenadores lo castigaban, lo marginaban del plantel, pero luego tenían que recapacitar y entender que el fútbol se juega dentro y no fuera de la cancha, ahí donde nunca mostró el más mínimo atisbo de irresponsabilidad. Era contratado para hacer goles y el marcaba de a dos o tres por partido. Nadie como él hizo tantos hat tricks (tres goles en un mismo encuentro) en la Liga Española en una misma temporada: 5 durante 1994. Nadie como él ha sido catorce veces goleador de algún torneo de Primera División, nadie como él (excepto Pelé) ha marcado más de 1000 goles, la FIFA, en su afán de molestar al fútbol lo objeta, le dice que sólo son 930, que no cuentan los amistosos, pero él insiste y la gente también y los rivales y el partido y todo el país se detuvieron cuando anotó aquel domingo 20 de mayo del 2007, a los 41 años su gol número mil, hasta su madre entró a la cancha y el escultor Osorio Correa fue el encargado de edificarle la estatua situada tras de una de las porterías de Sao Januario.


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