Durante dos ocasiones entre 1936 y 1937, Robert Leroy Johnson se metió a una pieza de hotel en Texas junto a su destartalada guitarra para registrar las 29 canciones que bastarían para convertirlo en una cumbre del blues estadounidense. 

42 grabaciones (incluyendo las tomas alternativas) de un músico con una leyenda tan grande como su influencia y de quien lo menos sorprendente que se dice es que vendió su alma al diablo en el cruce de la autopista 61 con la 49 en Clarksdale, Mississippi, a cambio de interpretar el blues mejor que nadie. 

Y es que de Robert Johnson apenas se conocen con certeza sus 29 canciones y sólo dos fotografías; todo lo demás son mitos de una biografía increíble: que existen varios años distintos respecto a su nacimiento, que dejó pronto la escuela, que buscó a su verdadero padre sin nunca poder encontrarlo, que se casó a los 17 y enviudó a los 18, que tras esto se volvió un alcohólico, que pasó de ser un mediocre guitarrista a tocar como los dioses en apenas un año (esto contado por muchos bluseros de la época), que desde entonces solía aparecer a medianoche por algún club para tocar vestido entero de negro y abandonando rápidamente el lugar cuando terminaba, que grabó su música mirando la pared de la habitación del hotel, que era un incansable vagabundo incapaz de no subirse a un tren en movimiento, que tuvo casi tantos hijos como amantes, y que finalmente fue envenenado con whisky por un marido celoso durante una actuación el 13 de agosto de 1938. 

Murió tres días después, dicen que tras un largo delirio, que ninguno de sus amigos tuvo dinero para llamar a un médico, dicen de su muerte, al igual que de su vida, tantas cosas. Tenía apenas 27 años, la edad más maldita y marketera del rock. Tan impresionante es la técnica desarrollada por Johnson que cuando el mismísimo Keitch Richards lo escuchó por primera vez preguntó muy interesado por el “otro guitarrista” que lo acompañaba. No había nadie más por supuesto. Cincuenta años después de su muerte, una reedición de todas sus grabaciones fue disco de oro y consiguió un premio Grammy.


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